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Autor Iglesia Hogar
El pasado miércoles 11 de agosto, durante la Audiencia General
CASTEL GANDOLFO, martes 17 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI destacó que la llamada divina a la santidad dirigida a todas las personas implica también cargar la propia cruz cotidiana.
Lo recordó el pasado 11 de agosto al dirigirse, desde el balcón del patio interior del palacio apostólico de Castel Gandolfo, a los fieles y peregrinos congregados para la Audiencia General de los miércoles.
El Papa habló sobre el martirio y señaló que “probablemente nosotros no estamos llamados al martirio, pero ninguno de nosotros está excluido de la llamada divina a la santidad, a vivir de una manera elevada la existencia cristiana y esto implica tomar la cruz de cada día sobre uno mismo”.
“Todos, sobre todo en nuestro tiempo en que parecen prevalecer egoísmo e individualismo, debemos asumir como primer y fundamental compromiso el de crecer cada día en un amor más grande a Dios y a los hermanos para transformar nuestra vida y transformar así también nuestro mundo”, afirmó.
“Por intercesión de los santos y de los mártires -invitó-, pidamos al Señor que inflame nuestro corazón para ser capaces de amar como Él nos ha amado a cada uno de nosotros”.
En su discurso en lengua italiana, el Pontífice se refirió al martirio como “expresión de amor total a Dios” y a la vez como “respuesta a una iniciativa y a una llamada de Dios”.
Señaló que el martirio se basa “en la muerte de Jesús, en su sacrificio supremo de amor, consumado en la cruz para que pudiéramos tener la vida”.
Y añadió que la fuerza para afrontar el martirio nace “de la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano”, sino “un don de Su gracia, que hace capaces de ofrecer la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así al mundo”.
En su catequesis, aprovechando la celebración, la semana pasada, de la fiesta de algunos mártires como los santos Lorenzo, Ponciano, Hipólito, Teresa Benedicta de la Cruz y Maximiliano María Kolbe, recordó que “el mártir sigue al Señor hasta el fondo”.
“Si leemos las vidas de los mártires, quedamos estupefactos por la serenidad y el coraje al afrontar el sufrimiento y la muerte -indicó-: el poder de Dios se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se confía a Él y pone sólo en Él su esperanza”.
A continuación, Benedicto XVI subrayó la libertad del mártir, que la gracia de Dios “mejora y exalta”.
“El mártir es una persona sumamente libre, libre frente al poder, al mundo; una persona libre, que en un único acto definitivo da a Dios toda su vida, y en un supremo acto de fe, de esperanza y de caridad, se abandona en las manos de su Creador y Redentor”, destacó.
Y añadió que el mártir “sacrifica su propia vida para ser asociado totalmente al sacrificio de Cristo en la cruz”.
Finalmente recordó que Jesús “exhorta a sus discípulos, a cada uno de nosotros, a tomar cada día la propia cruz y seguirlo en el camino del amor total a Dios Padre y a la humanidad” y concluyó que “el martirio es un gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios”.
CASTEL GANDOLFO, martes 17 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI destacó que la llamada divina a la santidad dirigida a todas las personas implica también cargar la propia cruz cotidiana.
Lo recordó el pasado 11 de agosto al dirigirse, desde el balcón del patio interior del palacio apostólico de Castel Gandolfo, a los fieles y peregrinos congregados para la Audiencia General de los miércoles.
El Papa habló sobre el martirio y señaló que “probablemente nosotros no estamos llamados al martirio, pero ninguno de nosotros está excluido de la llamada divina a la santidad, a vivir de una manera elevada la existencia cristiana y esto implica tomar la cruz de cada día sobre uno mismo”.
“Todos, sobre todo en nuestro tiempo en que parecen prevalecer egoísmo e individualismo, debemos asumir como primer y fundamental compromiso el de crecer cada día en un amor más grande a Dios y a los hermanos para transformar nuestra vida y transformar así también nuestro mundo”, afirmó.
“Por intercesión de los santos y de los mártires -invitó-, pidamos al Señor que inflame nuestro corazón para ser capaces de amar como Él nos ha amado a cada uno de nosotros”.
En su discurso en lengua italiana, el Pontífice se refirió al martirio como “expresión de amor total a Dios” y a la vez como “respuesta a una iniciativa y a una llamada de Dios”.
Señaló que el martirio se basa “en la muerte de Jesús, en su sacrificio supremo de amor, consumado en la cruz para que pudiéramos tener la vida”.
Y añadió que la fuerza para afrontar el martirio nace “de la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano”, sino “un don de Su gracia, que hace capaces de ofrecer la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así al mundo”.
En su catequesis, aprovechando la celebración, la semana pasada, de la fiesta de algunos mártires como los santos Lorenzo, Ponciano, Hipólito, Teresa Benedicta de la Cruz y Maximiliano María Kolbe, recordó que “el mártir sigue al Señor hasta el fondo”.
“Si leemos las vidas de los mártires, quedamos estupefactos por la serenidad y el coraje al afrontar el sufrimiento y la muerte -indicó-: el poder de Dios se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se confía a Él y pone sólo en Él su esperanza”.
A continuación, Benedicto XVI subrayó la libertad del mártir, que la gracia de Dios “mejora y exalta”.
“El mártir es una persona sumamente libre, libre frente al poder, al mundo; una persona libre, que en un único acto definitivo da a Dios toda su vida, y en un supremo acto de fe, de esperanza y de caridad, se abandona en las manos de su Creador y Redentor”, destacó.
Y añadió que el mártir “sacrifica su propia vida para ser asociado totalmente al sacrificio de Cristo en la cruz”.
Finalmente recordó que Jesús “exhorta a sus discípulos, a cada uno de nosotros, a tomar cada día la propia cruz y seguirlo en el camino del amor total a Dios Padre y a la humanidad” y concluyó que “el martirio es un gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios”.
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